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Liceo Manuel Barros Borgoño

Liceo Manuel Barros Borgoño

Articulo en  version mas corta publicado el 19 de marzo, 2007  www.elclarin.cl

 

Eso no esta muerto

no me lo mataron

ni con la distancia

ni con el vil soldado

(Silvio Rodriguez)

Fue el último día de Febrero de 1950. Mi padre tenia una pluma de tinta, de esas antiguas que necesitaban de un tintero, la tinta era verde. Tenía además mi certificado de promoción al Segundo de primaria. Yo había estado en Kindergarten y Primero, en una escuela particular en la Gran Avenida, allá en Gambeta Sur, llamada pomposamente Shakespeare School, la cual funcionaba en una casa del sector. Mi padre agrego una raya, vertical al número romano dos y este se convirtió en tres es decir, de II pasó a III, estaba a punto de cumplir los siete años. De esta manera obtuve mi promoción. Al día siguiente el viejo me tomo de la mano y nos fuimos caminando por San Diego hasta que llegamos al 1547 donde funcionaba el Liceo Manuel Barros Borgoño. Nos fuimos a una sala al final del patio de baldosas, en un rincón oscuro y allí estaba el Profesor Silva. Mi padre le mostró mi certificado y este abrió un libro y me hizo leer. Parece que no lo hice tan mal porque fui aprobado, sin embargo, para ser justos, habría que agregar que yo estaba siendo recomendado por una prima de mi padre la cual era profesora primaria en el Liceo de Niñas Numero 6, cerquita del Borgoño.

 La primaria funcionaba como Anexo del Liceo, el cual tenia horario en las tardes, allí se cursaba hasta Quinto o Sexto y después se pasaba a clases en la mañana. Al día siguiente murió el Abuelo y ese fin de semana fue un caos en mi familia, esos momentos están grabados en mi memoria como una fotografía. De aquel lejano año solo queda en mi mente el recuerdo de tres compañeros, Manuel Gandarillas el hijo del poeta del mismo nombre quien era vecino de la población Huemul donde vivíamos,  Astete cuyo padre llego a ser colega cuando éramos profesores en la Universidad Técnica del Estado y mi primo Antonio, el Toño, quien falleció hace algunos años a causa del cigarrillo.

Al final de curso repetí, es decir no pase a Cuarto sino que tuve que volver a cursar Tercero, mi profesor paso a ser el Señor Powell quien lo fue en Tercero y Cuarto, en Quinto le toco al Profesor Morales y en Sexto pase finalmente a los estudios de la mañana, volví al mismo salón oscuro del rincón donde había cursado mi primer tercer año.

Estaba en Cuarto cuando nos toco celebrar los 50 años de aniversario, con fiestas y partido de fútbol en contra del Liceo No 6 de San Miguel por allá en el estadio militar, a un lado del Parque Cousiño. Recuerdo que fue una semana de celebraciones, no recuerdo quien gano, pero fue para nosotros un tiempo inolvidable, con el estadio lleno y con las chicas del Liceo No 6 de niñas a nuestro lado. Nunca más celebramos el aniversario de esta manera, “los B con A” eran el pan de cada día en aquella hermosa semana. Todavía lo tengo presente como uno de los acontecimientos más importantes de mi niñez. Al final de la educación primaria era ya todo un Borgoñino, lo cual me hacia sentirme orgulloso. En aquellos años varios de los que habíamos empezado en el mismo curso por el ’51 seguíamos juntos, y continuamos hasta que nos toco marcharnos años después. Recuerdo a Tapia, Juan Sánchez, Jaime Cordero, Troncoso, Montenegro, Omon, el Chico Gonzáles, Apiolaza,  y muchos mas cuyo nombre no recuerdo. Aun conservo amigos de aquellos años y los recuerdo con cariño.

Pasé a Primero de Humanidades con un examen pendiente, es decir al final del Sexto de primaria me gane mi primer certificado azul, el amarillo ya lo había obtenido con mi repetición en Tercero. Debo de agregar que jamás me sentí acomplejado por haber repetido, era muy chico para medir cualquier consecuencia, que en todo caso nunca existió. Esta vez el certificado azul fue por Matemáticas, cosas raras de la vida, y tampoco fue el último por este motivo. En Marzo pase el examen pendiente y fui matriculado en Primero de Humanidades del Primer Ciclo de estudios de la secundaria.

Corría el año 1955. El cambio fue total, pasamos de un profesor todo el año a un profesor por asignatura, entre los cuales se encontraba el Profesor Fuenzalida, profesor de historia conocido popularmente como el Titila. Nos decía que las estrellas titilaban y nosotros veíamos como titilaban sus ojos. Gustaba de bromear con los alumnos y molestaba a Fernando Atal, compañero de ascendencia árabe, todo un juego sin animo de ofender ni de caracteres racistas, en mi opinion; en Castellano nos toco el  Profesor Abelardo Barahona, quien nos introdujo en la literatura y nos acompaño durante el resto del tiempo en que nos toco ser Borgoñinos. No solo teníamos que leer, sino que había que buscar las criticas de los libros, lo cual nos mostró los caminos que tenia la Biblioteca Nacional, lo que me marco para toda mi vida al adquirir la costumbre de leer, que maravilla que en aquella época la televisión era cosa del futuro, pasaba horas hojeando libros en aquella antigua feria que había en la Alameda y Ahumada buscando libros baratos. Al empezar mi segundo exilio en Canadá y durante el tiempo en que estuve enseñando en la University of British Columbia (UBC) en Vancouver, me hice un visitante asiduo a la biblioteca de esta casa de estudios y tuve el placer de releer libros tales como Un Perdido de Eduardo Barrios,  la trilogía que empezaba con Hijo de Ladrón de Manuel Rojas, los poemas de la Gabriela, y casi todos los libros que el Profesor Barahona nos hizo leer en aquellos tiempos. A Don Abelardo lo llamábamos el “Bestia,” no por insulto, sino porque gozábamos haciéndolo rabiar y el nos tildaba de esa manera. Tambien recuerdo al profesor Coronel en Castellano quien nos dio clases por el año de 1955.

Aquí en Vancouver, ciudad de la lluvia eterna, durante mis primeros años en los cuales soñaba con el Chile que deje por allá por el ’73, veía caer el agua a través de la ventana y pensaba en Carlos Pezoa Veliz en “Tarde en el Hospital,” (“Sobre el campo el agua mustia, Cae fina, grácil, leve, con el agua cae angustia, llueve...”) poeta que Barahona nos hizo descubrir y admirar. En Música tuvimos al profesor Núñez, bajito a quien todo el estudiantado conocía como el “Media Pauta.” Con el aprendimos a descifrar los versos del Himno del Liceo, bella pieza de poesía escrita por un ex alumno, aquella del “Caminito Sonoro Liceo,” que aun retumba en mis oídos y que a pesar de los años aun puedo entonar completamente. El Tolota, era el profesor de Matemáticas y la Abuela Pata era la profesora de Dibujo. En Ingles teníamos al profesor Inchaustegui y en Segundo en Francés nos toco Opazo, quien siempre nos recordaba de que su materia era “endiaubladamente difícil.” En Trabajos Manuales tuvimos a Arístides Rodríguez, quien fue nuestro profesor Jefe durante todo el primer ciclo, es decir del Primero al Tercero. En Gimnasia el Señor Saavedra, Badiola y Bravo en Matemáticas. Años después fuimos colegas en la Universidad Técnica del Estado con Badiola y Bravo. En Biología teníamos al Profesor Cid, alias el Tuto por su cara de sueño. Ya era rector del Liceo Don Hermogenes Astudillo, fue por aquellos años cuando fue declarado ilegal el Centro de Alumnos.

Termine el Tercero nuevamente con un certificado azul, nuevamente por matemáticas, paradojas del destino. Sin embargo lo supere en marzo y el certificado amarillo del ’50 nunca mas rondo mi vida. Aparecieron nuevas materias y nuevos profesores en Química Muñoz, en Física Morales. Del Cuarto al Quinto y del Quinto al Sexto obtuve certificado azul por química. En Sexto todo cambio, fue química orgánica, con una estructura sencilla para mi, nada de las malditas valencias, a tal extremo se me hizo sencillo el curso. Cada vez que me sacaba un siete en los exámenes el profesor no me creía y se ponía a revisar las pruebas de los compañeros sentados a mi lado, pero no, fue muy fácil y sencillo, al final del curso Muñoz estaba ya convencido y termine con un seis. Don Hermogenes apareció por allá por Quinto como profesor de Filosofía, el Pelado Barrios siguió como profesor de historia, de tiempo en tiempo visitaba su librería de viejos que tenia en San Diego cerca de la Alameda y encontraba libros al alcance de mi menguado bolsillo, y el Palta Cereceda, Inspector General, por lo arrugado de su cara, nos dio Francés el ultimo año. El Algebra fue otra de las materias que en cuarto se me hicieron fáciles, en particular los problemas de palabras, el profe, Gutiérrez en ese año, tampoco me creía cuando sacaba una buena nota, pero recuerdo que las agarre al vuelo, a la que nunca le encontré la cuadratura fue a la geometría, todos esos teoremas se me hacían iguales, no distinguía uno de otro, solo cuando egrese del liceo en 1961 y me encerré todo Enero y Febrero con los libros de Geometría de la época, Penish creo que era el autor, y resolví todos los problemas fue cuando aclare uno de los grandes misterios en mi formación liceana.  Al pasar a Quinto fui mandado al de Letras, nunca supe porque sino hasta que fue demasiado tarde y ya tenia una Licenciatura en Matemáticas además de una Maestría y un Doctorado. Fue nomás porque si, cuando mi padre me matriculo en Sexto y me preguntaron a cual iba, elegí Matemáticas. Fue un camino sin regreso, fue un año pesado porque tuve que estudiar lo de Quinto pero salí a flote y termine el Sexto con un certificado blanco como la nieve.

El Titila solía recordarnos que del Barros Borgoño, la Universidad del Matadero como se le conocía por su ubicación geográfica, habían salido muy buenos profesionales, sin embargo nos recordaba que también habían salido cogoteros. Me quedo con los profesionales, obreros y empleados que es nuestra mejor cara, a pesar de que no hay mejor o peor cara ya que ambas son parte de la misma realidad y del ambiente que los rodea, de la pobreza encubierta en nuestro barrio el Matadero, la miseria y la represión social  en todas sus formas. Nuestra generación, la del “60” dio al país profesores secundarios y universitarios, ingenieros, economistas, doctores, activistas, químicos, abogados, periodistas, constructores civiles, obreros, comerciantes, músicos, biólogos, aviadores y marinos. Al menos son las profesiones que recuerdo de mis camaradas del ultimo año.

La última de mis actividades como alumno fue el día de la graduación, terminamos los compañeros con Don Hermogenes tomando vino en la Hermita, por allá por la entrada Sur Oeste del parque Cousiño, por donde entraba cada año en Septiembre a visitar las fondas.

Volví al Liceo por el ’65 y ’66, esta vez como profesor de matemáticas. Fue una sensación muy extraña, me sentía como pollo en corral ajeno cuando entraba a la sala de profesores, evitaba ese lugar y me iba a la sala de inspectores. El ver como colegas a mis viejos maestros me hacia sentirme fuera de lugar. La sala de profesores era un lugar donde íbamos a atisbar si un profesor estaba o no.

Al cabo de algún tiempo empecé a acostumbrarme y tuve el gusto de conversar con mis viejos maestros y enseñar en aquel lugar que me cobijo cuando era un mocoso de siete años y que deje casi al final de mi adolescencia. Entre a su espacio físico cuando tenía siete y salí poco antes de cumplir los dieciocho. De esos tiempos aun conservo algunos viejos amigos y a otros los perdí para siempre Mauricio Brown, con quien comparto y disfruto recuerdos en mis visitas por la tierra; Ociel Montoya a quien perdí de vista en mi exilio en México; Jaime Cordero compañero de primaria, secundaria y del Pedagógico a quien contacte por teléfono el año 1996 y con quien no paso nada, había cambiado ; Juan Sánchez a quien deje de ver por el año ’73 y no he podido ubicarlo, el Pollo Burgos quién hasta el día de hoy no se donde esta , el chico González y tantos mas. El amigo Troncoso, mi compañero de banco en primer año, pasamos compartiendo todo ese tiempo juntos, y al empezar el Segundo no volvió y eso me dolió, ahí empecé a darme cuenta que como dice Vicentico,”los caminos de la vida no son lo que yo esperaba, no son lo que yo creia, no son lo que imaginaba.” En  el ’70, en la esquina de Ecuador y las Rejas divise a Troncoso arriba de un camión de carga, iba yo preocupado por cosas que ahora me parecen banales y solo cruzamos el saludo amistoso de tiempos lejanos, hasta hoy día siento no haberme detenido a conversar con el y haber estrechado su callosa, nunca mas supe de el.

Cuando entre al Liceo en 1950 recibí la libreta de calificaciones, esta me acompaño durante los 11 años en que fui su alumno. Cuando salí de Chile en el ’73 para cursar un postgrado, la deje en casa junto con todos mis libros y enseres, vino el fatídico 11 de Septiembre y perdí mi trabajo en la Universidad, mis enseres, una parte importante de mi vida y mi libreta y nunca supe de su destino. La he buscado pero hasta el día de hoy sigue desaparecida, la perdida de mi libreta me ha perseguido por años.

El Barros Borgoño no solo me educo y me preparo para enfrentar la vida, me dio conciencia de clases, recuerdo con cariño a mi profesor de Historia, Solovera, quien me abrió las puertas de su biblioteca para buscar y leer libros que estaban fuera de mi alcance. También aporto a mi vida dos etapas importantes. Fue Badiola, mi profesor de Matemáticas el que me introdujo en la ex UTE lo cual me abrió el camino en mi profesión, además, siendo Profesor Jefe conocí a mi compañera la cual ha estado a mi lado durante los últimos cuarenta años.

Hoy ostento dos ciudadanías y dos pasaportes. Aquí en el lugar donde me toco vivir nunca me considerare un nacional, allá en la tierra donde nací los tiempos de dictadura me la cambiaron de tal modo que es imposible reconocerla y de aceptarla tal cual es. El año ’98 volví a San Diego 1547 y camine por sus patios y pasillos, me prometí volver para el año 2002 para estar presente en su centenario, pero no se pudo. Este año van para los 105 años los primeros días de Abril y otra vez perderé otro aniversario. Para la huelga de los pingüinos seguí con marcado interés a los muchachos del Borgoño y me identificaba con ellos en cada protesta y sentí como en carne propia cada apaleo y cada guanacazo. Desde aquel día de marzo del ’50 ha corrido mucha agua debajo del puente. No me siento ni Canadiense ni tampoco me siento Chileno, y cuando alguien me pregunta acerca de mi nacionalidad digo con orgullo, lisa y llanamente, que soy Borgoñino.

 Vancouver Marzo del 2007

debarahona@shaw.ca

9 comentarios

cristian ramirez -

wuawww....
me siento mui raro kon tu relato compañero...jejjee....leer toda una vida de un compañero borgoñono y saber sus peripesias y parte de historia del liceo....mientras ibaa leyendo notaba parrafos k los identificaba con claridad...como el k dice k tu profe fue el media pauta, del cual me ha comentdo mi profe de ficica el año pasado:el chiko bravo....
ahora curzo tercero medio y me ha tokado estudiar este y el año pasado en una porkeria de establesimiento....pero sabes lo k me mueeve??....me mueve la mistica borgoñina, k como todos sabemos es algo k no lo ves no esta, pero te ase kerer estudiar, sacarle partido a los profes y saber de la historia de tu liceo k no es para menos relevante.
se despide un esttudiante borgoñino
...el ramirez.xd

Diego.2 -

Gracias joven colega, a pesar de mis años, el Liceo me formo íntegramente
como hombre y profesionalmete. Los Borgoñinostenemos algo invisible que nos
ata.

Diego Barahona

-----Original Message-----
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Sent: March-17-11 5:55 AM
To: debarahona@shaw.ca
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Rafael Comte

Rafael Comte -

Que lindo relato...sin duda el borgoño tiene una mística increíble. Digo mística porque es algo misterioso y bello, y a su vez completamente irracional. Yo egresé hace 6 años de la Universidad del Matadero y ahora he vuelto a hacer clases de historia y geografía en mi querido liceo. Tanto mi vocación como mi amor por el liceo me mueven día a día a hacer cada clase especial, y sin duda recuerdo a mis profesores, auténticos maestros de vida, que dibujaron mi camino profesional y vital. Con varios de ellos comparto en la sala de profesores y no dejo de admirarlos y llegar a ser como ellos.

Gracias por tu relato compañero borgoñino, realmente al leerlo logra aflorar toda esa pasión que encierran esos ladrillos rojos, pero que fueron forjados por más de un siglo de compañerismo, amor, el bien público que han hecho que hasta el día de hoy la mística borgoñina perdure ante las amenazas contemporáneas.

Saludos!

Jordan 11 -

A man should have both courage and perseverance.

Francsico Martínez -

Es muy impresionante ver que el espiritu Borgoñino prevalesca por siempre en nuestros corazones. Yo sali el 2004 y tube la satisfaccion de vivir el centenario desde sus entrañas, agradesco estas palabras, y sobre todo hoy en día, despues de que el terremoto del 27 de febrero destruyera nuestras salas, tenemos la fortaleza de que nuestro Glorioso Liceo Manuel Barros Borgoño, seguira siempre en pie, creando nuevas generaciones de exitosos profesionales y grandes personas...
Y en un fututo no muy lejano quiero nuevamente escuchar ese rugido de los leones de la universidad del matadero...

René Ramos -

Hola mi nombre es René Ramos, y ya tengo 18 años...hace un par de año recuerdo pedirle a mis padres que me llevaran a dar las pruebas al borgoño. Aun no se porque tenia tantas ganas de entrar al liceo, pero finalmente, aunque una señora en la oficina me dijo que no lo lograria, entre. Ahi me di cuenta que mi camino es y siempre será, la musica, y conoci compañeros que creo, me acompañaran toda mi vida de musico puesto que compartimos la misma pasion. Por otro lado repetí mi segundo año en el liceo y me di cuenta que no era para mi el estar sentado con tanta disciplina frente a esos profesores estrictos, pero a la vez amistosos...Le debo mucho al liceo, le debo mi futuro, aunque no deje de la mejor forma el liceo, me hizo darme cuenta de cual era mi verdadero destino.
Y puedo decir que yo tambien soy orgullosamente Borgoñino.

carlos aros -

... vaya no kiero dejar mi niñez mi juventud mi liceo lo amo demaciado mas ke al liceo a sus personas componentes el lugar mi fortaleza mi casa mi noce son tantos momentos recuerdos ke buen relato ke hermoso saludos mmm COMPAÑERO WATXO BORGOÑINO OJLA LAS COSAS FUERAN COMO EM CONTABA MI PAP EN EL LICEO COMPAÑERISMO I TODO ESO NO MODAS I SEGMENTACIONES ESTUPIDAS BUENO saludos compa hasta siempre :D

Miguel Angel Rivera Apiolaza -

que lindo es sentir falta de las cosas que teniamos en el liceo, este relato a pesar de no ser de mi epoca me hace recordar cosas que pensé haber olvidado, gracias amigo, estaremos en pié y a orden

Claudio Arratia -

Increible relato
Y me siento plenamente representado por el fondo emotivo de éste.
Yo tamtién tengo esa nacionalidad y disfruto cada vez que paso frente a esa casa roja, llena de sueños, de anhelos y esperanzas juveniles que maduraron con el tiempo y que se hicieron fuera y verdad, realidad y vida para mi y para muchos de los que pasaron por sus patios, para quienes jugaron en sus canchas y para quienes por siempre derraman una lagrima de alegria al recordar esos tiempos pasados.